La libertad
Es uno de los temas que siempre me ha fascinado más. La palabra libertad, si os fijáis, está en boca de todos. Bandera para algunos, demonizada por otros, pancarta de manifestaciones, consigna que se repite con la voz en alto...los seres humanos valoramos mucho el concepto de "libertad". Dictadores, represores, todos ellos la han temido y señalado como fuente máxima de caos y desastre. En general, podríamos decir que la libertad no deja a nadie indiferente. Pero, ¿qué entendemos por libertad? ¿Sabemos lo que quiere decir realmente?
Yo voy a intentar dar mi punto de vista, sin recurrir a manuales filosóficos (a estas horas cualquiera se pone). Partimos de la definición básica: Ser libre es poder ejercer tus responsabilidades sin represión alguna. Pero esa no me sirve. Porque en la práctica, que eso se cumpla es prácticamente imposible. Yo creo que la libertad es un concepto tan fascinante porque precisamente nunca llegaremos a conocerlo totalmente. Todo el mundo se llena la boca hablando de ella pero nadie se pone de acuerdo a la hora de elegir un significado, y menos aún a la hora de ponerle limitaciones a esa libertad. Al permanecer en ese umbral de "nunca será conocido", la libertad tiene esos aires de "ideal superior", al que a todos nos encanta echar mano para defender o apoyar unas cosas u otras.
Y otra de mis teorías es, que cuando descubrimos lo que REALMENTE significa ser libre, entonces nos asustamos. El miedo a la libertad. Al empezar la universidad, especialmente si como yo, eso incluye vivir sin padres, uno se adentra en todo un nuevo mundo, en el que ésa es la palabra clave: libertad y responsabilidades. Yo añado la diversión, porque sin ella de poco nos merece la pena tomarnos la molestia. Pero si divertirse es lo fácil, asumir responsabilidades cuesta. Cuesta porque, de alguna forma, hemos alcanzado esa libertad que soñábamos antes, y al alcanzarla, esa libertad ha perdido toda la magia que tenía, y se ha teñido de responsabilidades. No echo la culpa a las responsabilidades de que ocurra esto, me explico, no digo que la vida universitaria sea terriblemente estresante, sino que las culpas están más bien de lo que hubo antes de la universidad.
Una de esas cosas tan simples en teoría, pero tan ignoradas en la práctica es: cada decisión tiene sus consecuencias. Y lo que es peor, a medida que pasa el tiempo, esas consecuencias no sólo me afectan a mí, sino a los demás. En mi vida me he topado con gente de los dos extremos: por un lado, los que pasan por la vida como elefantes, aplastando a la gente bajo decisiones sin pensar, cambiando de parecer, y haciendo daño a los demás por el camino. Por otro lado, los que se echan a temblar al pensar en la más minima decisión por temor al fracaso, a consecuencias negativas, a llamar la atención. Yo, muy de vez en cuando, me incluyo entre este segundo grupo. Ambas visiones son totalmente destructivas, y es, como suele ocurrir, el punto medio donde se halla lo que nos conviene: hay que tener la firmeza suficiente para tomar decisiones, pero hay que tener los escrúpulos suficientes para tener en cuenta a los demás.
Seamos realistas. Somos mucho menos libres de lo que creemos. Gozamos de libertad política, religiosa, ideológica, pero a la hora de la verdad, en nuestra conducta intervienen muchas cosas más. Algunos confunden hoy en día la libertad con poder comprar lo que nos venga en gana. Y aquí entra el papel que el dinero juega en todo esto. Porque, seamos honestos, para ser libre en este mundo hay que disponer de recursos suficientes. LIbertad de movimiento, de vivienda, de estudios...¿cómo se haría eso sin una cuenta bancaria? Es por esto que existe la relación amor-odio que profesamos por el dinero. Por la paradoja que entraña: por un lado, tener dinero te abre puertas, te libera, pero por otro, si quieres ser libre estás ATADO a tener dinero. Y eso ya pone en tela de juicio la supuesta libertad.
En el nombre del mencionado "Miedo a la libertad" se han cometido estupideces imperdonables, se han aceptado yugos, ignorado ataques a nuestra identidad. Durante toda la historia, la Iglesia intentó convertirnos en el "rebaño", por supuesto con la ayuda de los propios "borregos" que se prestaban voluntarios a su juego. Hace 60 años, se cometieron atrocidades impensables, y todo en nombre de banderas, de himnos, de naciones, de teorías políticas, comunismos, fascismos...detrás de los cuales lo que la gente hacía, ni más ni menos, era esconderse. ¿De qué? Del miedo a ser los verdaderos responsables de sus vidas. Porque el autoritarismo, sea de izquierdas o derechas, elige encantado por tí, y tú encantado de no tener que elegir.
En esta línea, deberíamos preguntarnos si ese miedo a la libertad murió en aquella época. Yo creo que no. Hoy es infinitamente más sutil porque, como he dicho, nos creemos libres y negamos que ocurra tal cosa. Pero yo creo que, a pesar de rechazar banderas, dioses, con mas vehemencia, seguimos cayendo en las redes de algo mas peligroso: el consumismo. Nos hemos refugiado totalmente en él. Nos escondemos detrás de él. Detrás de marcas, de ropa, de música, de una forma de entender la vida, una actitud que viene del consumismo. Pero guardémonos de señalar todo esto como culpable, y dormir tranquilos. Porque nosotros hemos permitido que ocurra. Nos hemos dejado, poco a poco, mecer por la canción de cuna que nos cantaban: comprad, comprad, comportaos de esta forma...y nosotros bailando al compás. Pero eso sí, si nos preguntan, nos ofendemos cuando se cuestiona nuestra libertad.
Después de estas dosis de idealismo, toca ser realistas. Conociendo esta situación, ¿podemos cambiarla? Me temo que no. Hay que aceptar que la libertad que vamos a tener en la vida va ser la que tenemos ahora, y eso si logramos conservarla. Es difícil sentirse libre entre horarios apretados, obligaciones, facturas, impuestos, obligaciones sociales, etc. Difícil, pero posible. Para que sea posible, hay que creer. Creer que hay una pequeña parte de nosotros, pequeñísima tal vez, que se mantiene libre e indiferente a normas o obligaciones. (y sí, admito que esta parte la he sacado de una peli que me gusta mucho).
En teoría, bastaría con mirarse a uno mismo, saber hasta que punto quiero ser libre, aceptar que cada cosa que hago traerá su consecuencia, y cuidar de esa pequeña parte de mí que se mantiene libre. En la práctica cuesta, porque con tanto vídeo, marca, ordenador, trabajo, factura, niños, discoteca, uno encuentra muy poco tiempo para pararse, y mirarse a uno mismo.
Y esa es, en mi opinión, la libertad que se puede alcanzar.
Yaerath
Yo voy a intentar dar mi punto de vista, sin recurrir a manuales filosóficos (a estas horas cualquiera se pone). Partimos de la definición básica: Ser libre es poder ejercer tus responsabilidades sin represión alguna. Pero esa no me sirve. Porque en la práctica, que eso se cumpla es prácticamente imposible. Yo creo que la libertad es un concepto tan fascinante porque precisamente nunca llegaremos a conocerlo totalmente. Todo el mundo se llena la boca hablando de ella pero nadie se pone de acuerdo a la hora de elegir un significado, y menos aún a la hora de ponerle limitaciones a esa libertad. Al permanecer en ese umbral de "nunca será conocido", la libertad tiene esos aires de "ideal superior", al que a todos nos encanta echar mano para defender o apoyar unas cosas u otras.
Y otra de mis teorías es, que cuando descubrimos lo que REALMENTE significa ser libre, entonces nos asustamos. El miedo a la libertad. Al empezar la universidad, especialmente si como yo, eso incluye vivir sin padres, uno se adentra en todo un nuevo mundo, en el que ésa es la palabra clave: libertad y responsabilidades. Yo añado la diversión, porque sin ella de poco nos merece la pena tomarnos la molestia. Pero si divertirse es lo fácil, asumir responsabilidades cuesta. Cuesta porque, de alguna forma, hemos alcanzado esa libertad que soñábamos antes, y al alcanzarla, esa libertad ha perdido toda la magia que tenía, y se ha teñido de responsabilidades. No echo la culpa a las responsabilidades de que ocurra esto, me explico, no digo que la vida universitaria sea terriblemente estresante, sino que las culpas están más bien de lo que hubo antes de la universidad.
Una de esas cosas tan simples en teoría, pero tan ignoradas en la práctica es: cada decisión tiene sus consecuencias. Y lo que es peor, a medida que pasa el tiempo, esas consecuencias no sólo me afectan a mí, sino a los demás. En mi vida me he topado con gente de los dos extremos: por un lado, los que pasan por la vida como elefantes, aplastando a la gente bajo decisiones sin pensar, cambiando de parecer, y haciendo daño a los demás por el camino. Por otro lado, los que se echan a temblar al pensar en la más minima decisión por temor al fracaso, a consecuencias negativas, a llamar la atención. Yo, muy de vez en cuando, me incluyo entre este segundo grupo. Ambas visiones son totalmente destructivas, y es, como suele ocurrir, el punto medio donde se halla lo que nos conviene: hay que tener la firmeza suficiente para tomar decisiones, pero hay que tener los escrúpulos suficientes para tener en cuenta a los demás.
Seamos realistas. Somos mucho menos libres de lo que creemos. Gozamos de libertad política, religiosa, ideológica, pero a la hora de la verdad, en nuestra conducta intervienen muchas cosas más. Algunos confunden hoy en día la libertad con poder comprar lo que nos venga en gana. Y aquí entra el papel que el dinero juega en todo esto. Porque, seamos honestos, para ser libre en este mundo hay que disponer de recursos suficientes. LIbertad de movimiento, de vivienda, de estudios...¿cómo se haría eso sin una cuenta bancaria? Es por esto que existe la relación amor-odio que profesamos por el dinero. Por la paradoja que entraña: por un lado, tener dinero te abre puertas, te libera, pero por otro, si quieres ser libre estás ATADO a tener dinero. Y eso ya pone en tela de juicio la supuesta libertad.
En el nombre del mencionado "Miedo a la libertad" se han cometido estupideces imperdonables, se han aceptado yugos, ignorado ataques a nuestra identidad. Durante toda la historia, la Iglesia intentó convertirnos en el "rebaño", por supuesto con la ayuda de los propios "borregos" que se prestaban voluntarios a su juego. Hace 60 años, se cometieron atrocidades impensables, y todo en nombre de banderas, de himnos, de naciones, de teorías políticas, comunismos, fascismos...detrás de los cuales lo que la gente hacía, ni más ni menos, era esconderse. ¿De qué? Del miedo a ser los verdaderos responsables de sus vidas. Porque el autoritarismo, sea de izquierdas o derechas, elige encantado por tí, y tú encantado de no tener que elegir.
En esta línea, deberíamos preguntarnos si ese miedo a la libertad murió en aquella época. Yo creo que no. Hoy es infinitamente más sutil porque, como he dicho, nos creemos libres y negamos que ocurra tal cosa. Pero yo creo que, a pesar de rechazar banderas, dioses, con mas vehemencia, seguimos cayendo en las redes de algo mas peligroso: el consumismo. Nos hemos refugiado totalmente en él. Nos escondemos detrás de él. Detrás de marcas, de ropa, de música, de una forma de entender la vida, una actitud que viene del consumismo. Pero guardémonos de señalar todo esto como culpable, y dormir tranquilos. Porque nosotros hemos permitido que ocurra. Nos hemos dejado, poco a poco, mecer por la canción de cuna que nos cantaban: comprad, comprad, comportaos de esta forma...y nosotros bailando al compás. Pero eso sí, si nos preguntan, nos ofendemos cuando se cuestiona nuestra libertad.
Después de estas dosis de idealismo, toca ser realistas. Conociendo esta situación, ¿podemos cambiarla? Me temo que no. Hay que aceptar que la libertad que vamos a tener en la vida va ser la que tenemos ahora, y eso si logramos conservarla. Es difícil sentirse libre entre horarios apretados, obligaciones, facturas, impuestos, obligaciones sociales, etc. Difícil, pero posible. Para que sea posible, hay que creer. Creer que hay una pequeña parte de nosotros, pequeñísima tal vez, que se mantiene libre e indiferente a normas o obligaciones. (y sí, admito que esta parte la he sacado de una peli que me gusta mucho).
En teoría, bastaría con mirarse a uno mismo, saber hasta que punto quiero ser libre, aceptar que cada cosa que hago traerá su consecuencia, y cuidar de esa pequeña parte de mí que se mantiene libre. En la práctica cuesta, porque con tanto vídeo, marca, ordenador, trabajo, factura, niños, discoteca, uno encuentra muy poco tiempo para pararse, y mirarse a uno mismo.
Y esa es, en mi opinión, la libertad que se puede alcanzar.
Yaerath
4 Comments:
Pues yo estoy en clase y me aburro, y encima estoy atascada y el profesor no viene a resolverme la duda y empieza a caerme mal.... ^^ que tal mi niño en salamanca??
un besillo!!
blanca
Yo creo q dejamos de ser libres cuando en un pasado muy lejano nos bajamos de los árboles y empezamos a utilizar la cabeza y comportarnos como animales racionales... Con lo bien que están los monitos en sus ramitas :(
Libertad, complejo concepto, se parece en su definición a Utopia.
Lo dicen en Los Simpson y no les falta razón: "las cárceles se hicieron para hacer a los hombres libres".
Un saludo.
Libertad, complejo concepto, se parece en su definición a Utopia.
Lo dicen en Los Simpson y no les falta razón: "las cárceles se hicieron para hacer a los hombres libres".
Un saludo.
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