De los sentimientos...
Con un título tan ambicioso, difícil es que lo que yo escriba no vaya a resultar un poco confuso. De manera que, desde este momento advierto que leer esto de principio a fin puede suponer todo un reto y más de un dolor de cabeza. Advertidos quedáis.
Amamos. Y según muchísima gente que sabe de esto (o dice que sabe), ésa es una de las características más notables que nos diferencian y señalan como especie aparte. El hecho de que amamos. Y no ese amor, esa ternura, instinto de protección que puede sentir un padre hacia sus hijos, una hermana hacia su hermano, sentimiento por otro lado digno de elogios...porque está demostrado que los animales tambien albergan tales sentimientos.
Es de otra cosa de lo que hablo. Hablo de la obsesión. De cuando las emociones se acumulan dentro y un mero gesto, sea una sonrisa, una mirada, una simple mención, desencadena todo un torrente de escalofríos, de esa curiosa sensación semejante a la que sentimos cuando, bajando unas escaleras, nos saltamos un peldaño. Y las piezas poco a poco, encajan maravillosamente: sentimos como se desvanecen las dudas, las cuestiones existenciales, todo adquiere un grande y luminoso sentido. Todo lo hacemos por él, por ella. Y nos llena la convicción de que ese él o ella ha llegado para quedarse. Porque una vez que lo hemos conocido, que hemos estructurado nuestra vida en función de ese eje, la mera posibilidad de que desaparezca nos llena de aprensión.
Pero llegó el momento de recitar todas esas cosas que, a diferencia del párrafo anterior, no son bienvenidas en un oído enamorado. El que se siente enamorado se ve preso de algo muy peligroso: la convicción de que el amor es un cheque en blanco, un capital sin límites que nunca se agota. Algo que podemos despilfarrar sin pensar en las consecuencias. Y es que efectivamente durante un tiempo (más o menos largo, pero nunca ilimitado) parece ser así. Sobretodo si el amor es correspondido. Porque, ¿quién es tan necio, tan cenizo, al montarse en una apasionante atracción de feria, como para no disfrutar y pensar en los posibles mareos posteriores, o sufrir por el precio del billete? Nadie, o muy muy poca gente.
Es tan inaudito, tan maravilloso, tan deliciosamente incomprensible el sentimiento de amar y ser amado sin límite ni razón, que cuando nos sucede, solemos dejarnos de meditaciones, de reflexiones, de comernos la cabeza, y nos lanzamos al todo por el todo. No comprendemos qué nos ocurre, no queremos pensar en el antes, ni en el después, solo cerramos los ojos, nos dejamos llevar y embriagarnos los sentidos....Es tan condenadamente fácil dejarse mecer por la melodía, bailar al sonido que tocan nuestros sentimientos...
Pero hasta la atracción de feria más fascinante termina por agotar. Incluso con los ojos cerrados, memorizamos inconscientemente cada looping, cada bajada, cada giro, y cada nueva vez que nos montamos, nos sabe a menos. Nos resulta tan familiar, que cuanto más lo pensamos, menos disfrutamos. Y entonces nos entran ganas de abrir los ojos. Los abrimos...y en ese momento sin saberlo hemos dado un paso sin vuelta atrás. Al abrir los ojos, vemos a esa maravilla de atracción tal y como es, sin añadidos, ni subjetividades, ni pedestales...y descubrimos que no es perfecta. Y que cada vez, a cada vuelta se esfuerza menos en disimular sus imperfecciones, cansada quizás de que nos subamos una y otra vez.
Pero rechazamos ser consecuentes, y por última vez, nos convencemos de que es posible volver a lo de antes. Cerramos los ojos, esta vez forzándonos, sin que sea natural, y quizás durante un par más de viajes consigamos recuperar la ilusión de los primeros. Pero, en nuestra mente, los remordimientos, la imagen real de lo que tanto queremos cada vez crecen más en fuerza, y tapan todo rastro de disfrute o de entusiasmo. Así que decidimos que pese a quien pese, llegó el momento de hacer balance.
Los resultados suelen ser desastrosos. Descubrimos que sin darnos cuenta, al pagar un pequeño precio por cada billete, por cada viaje, hemos pagado un enorme precio en total. Que nuestros otrora amigos, nos han visto subirnos demasiadas veces, y desde abajo, con el ceño fruncido, se dan cuenta de lo poco que contamos con ellos, y uno a uno, se van retirando, prometiéndose a sí mismos (y habitualmente cumpliendo) que las cosas jamás volverán a ser iguales con nosotros. Al hacer balance, seremos afortunados si, pacientemente al pie del carrusel donde nos hemos subido, quedan dos o tres incondicionales, esperando que recobremos el sentido y volvamos.
Y entonces todas esas pequeñas reflexiones que debieron haber acompañado a cada pequeño acto de amor, (reflexiones que nos negamos a hacer en su momento) llegan en chaparrón. Y nos abruman las responsabilidades. Las consecuencias. El vacío. Hemos dado tanto, hemos cedido inconscientemente una pequeña parte de nosotros en cada vuelta, cada looping, cada exclamación de entusiasmo, que al bajarnos nos sentimos mareados, vuelta al planeta tierra. Para el resto de los que nos rodean, este final era totalmente previsible si nos miraban desde abajo, y oiremos numerosos "ya te lo dije" y similares. Pero para nosotros es totalmente incomprensible.
Y sin comerlo ni beberlo, hé aquí que volvemos a nuestra habitual existencia. Pero ya no somos los mismos. Nos convertimos en fugitivos, huyendo de un pasado que siempre parece acechar, de unos días mejores de los que queremos (y debemos) olvidarnos, pero en cuyos detalles nos recreamos enfermizamente. Somos incapaces de concebir un futuro, ni siquiera un presente, sin compararlo con ese pasado. Poco a poco esos días van quedando atrás, y como corresponde, los idealizamos. De pronto olvidamos el precio, el mareo, los amigos poco a poco marchándose de nuestro lado, y brillan con fuerza los recuerdos de nuestra ancha sonrisa, nuestra ilusión..esto podría resumirse con una frase: el haber sido feliz de una manera en el pasado impide que lo seamos de otra ahora, en el presente.
Y es que, algo que cuesta entender a cualquier edad, es que hay muchas maneras de ser feliz. Tantas como personas hay en este mundo. Cerrarse a la vida porque una historia no funcionó es totalmente inútil. De mártires el mundo siempre ha estado lleno, y no hay razón alguna para unirse a esa lista interminable de personas que no supieron rehacerse por su propia obcecación en un pasado que jamás se repetirá. Aquí acaban las reflexiones por hoy, esta vez en el tono optimista que corresponde. Y ánimo a los que se sientan identicados con la historia, porque sabéis tan bien como yo que el destino dará muchas más vueltas =)
Un abrazo...y gracias por leerme!
Yaerath
Amamos. Y según muchísima gente que sabe de esto (o dice que sabe), ésa es una de las características más notables que nos diferencian y señalan como especie aparte. El hecho de que amamos. Y no ese amor, esa ternura, instinto de protección que puede sentir un padre hacia sus hijos, una hermana hacia su hermano, sentimiento por otro lado digno de elogios...porque está demostrado que los animales tambien albergan tales sentimientos.
Es de otra cosa de lo que hablo. Hablo de la obsesión. De cuando las emociones se acumulan dentro y un mero gesto, sea una sonrisa, una mirada, una simple mención, desencadena todo un torrente de escalofríos, de esa curiosa sensación semejante a la que sentimos cuando, bajando unas escaleras, nos saltamos un peldaño. Y las piezas poco a poco, encajan maravillosamente: sentimos como se desvanecen las dudas, las cuestiones existenciales, todo adquiere un grande y luminoso sentido. Todo lo hacemos por él, por ella. Y nos llena la convicción de que ese él o ella ha llegado para quedarse. Porque una vez que lo hemos conocido, que hemos estructurado nuestra vida en función de ese eje, la mera posibilidad de que desaparezca nos llena de aprensión.
Pero llegó el momento de recitar todas esas cosas que, a diferencia del párrafo anterior, no son bienvenidas en un oído enamorado. El que se siente enamorado se ve preso de algo muy peligroso: la convicción de que el amor es un cheque en blanco, un capital sin límites que nunca se agota. Algo que podemos despilfarrar sin pensar en las consecuencias. Y es que efectivamente durante un tiempo (más o menos largo, pero nunca ilimitado) parece ser así. Sobretodo si el amor es correspondido. Porque, ¿quién es tan necio, tan cenizo, al montarse en una apasionante atracción de feria, como para no disfrutar y pensar en los posibles mareos posteriores, o sufrir por el precio del billete? Nadie, o muy muy poca gente.
Es tan inaudito, tan maravilloso, tan deliciosamente incomprensible el sentimiento de amar y ser amado sin límite ni razón, que cuando nos sucede, solemos dejarnos de meditaciones, de reflexiones, de comernos la cabeza, y nos lanzamos al todo por el todo. No comprendemos qué nos ocurre, no queremos pensar en el antes, ni en el después, solo cerramos los ojos, nos dejamos llevar y embriagarnos los sentidos....Es tan condenadamente fácil dejarse mecer por la melodía, bailar al sonido que tocan nuestros sentimientos...
Pero hasta la atracción de feria más fascinante termina por agotar. Incluso con los ojos cerrados, memorizamos inconscientemente cada looping, cada bajada, cada giro, y cada nueva vez que nos montamos, nos sabe a menos. Nos resulta tan familiar, que cuanto más lo pensamos, menos disfrutamos. Y entonces nos entran ganas de abrir los ojos. Los abrimos...y en ese momento sin saberlo hemos dado un paso sin vuelta atrás. Al abrir los ojos, vemos a esa maravilla de atracción tal y como es, sin añadidos, ni subjetividades, ni pedestales...y descubrimos que no es perfecta. Y que cada vez, a cada vuelta se esfuerza menos en disimular sus imperfecciones, cansada quizás de que nos subamos una y otra vez.
Pero rechazamos ser consecuentes, y por última vez, nos convencemos de que es posible volver a lo de antes. Cerramos los ojos, esta vez forzándonos, sin que sea natural, y quizás durante un par más de viajes consigamos recuperar la ilusión de los primeros. Pero, en nuestra mente, los remordimientos, la imagen real de lo que tanto queremos cada vez crecen más en fuerza, y tapan todo rastro de disfrute o de entusiasmo. Así que decidimos que pese a quien pese, llegó el momento de hacer balance.
Los resultados suelen ser desastrosos. Descubrimos que sin darnos cuenta, al pagar un pequeño precio por cada billete, por cada viaje, hemos pagado un enorme precio en total. Que nuestros otrora amigos, nos han visto subirnos demasiadas veces, y desde abajo, con el ceño fruncido, se dan cuenta de lo poco que contamos con ellos, y uno a uno, se van retirando, prometiéndose a sí mismos (y habitualmente cumpliendo) que las cosas jamás volverán a ser iguales con nosotros. Al hacer balance, seremos afortunados si, pacientemente al pie del carrusel donde nos hemos subido, quedan dos o tres incondicionales, esperando que recobremos el sentido y volvamos.
Y entonces todas esas pequeñas reflexiones que debieron haber acompañado a cada pequeño acto de amor, (reflexiones que nos negamos a hacer en su momento) llegan en chaparrón. Y nos abruman las responsabilidades. Las consecuencias. El vacío. Hemos dado tanto, hemos cedido inconscientemente una pequeña parte de nosotros en cada vuelta, cada looping, cada exclamación de entusiasmo, que al bajarnos nos sentimos mareados, vuelta al planeta tierra. Para el resto de los que nos rodean, este final era totalmente previsible si nos miraban desde abajo, y oiremos numerosos "ya te lo dije" y similares. Pero para nosotros es totalmente incomprensible.
Y sin comerlo ni beberlo, hé aquí que volvemos a nuestra habitual existencia. Pero ya no somos los mismos. Nos convertimos en fugitivos, huyendo de un pasado que siempre parece acechar, de unos días mejores de los que queremos (y debemos) olvidarnos, pero en cuyos detalles nos recreamos enfermizamente. Somos incapaces de concebir un futuro, ni siquiera un presente, sin compararlo con ese pasado. Poco a poco esos días van quedando atrás, y como corresponde, los idealizamos. De pronto olvidamos el precio, el mareo, los amigos poco a poco marchándose de nuestro lado, y brillan con fuerza los recuerdos de nuestra ancha sonrisa, nuestra ilusión..esto podría resumirse con una frase: el haber sido feliz de una manera en el pasado impide que lo seamos de otra ahora, en el presente.
Y es que, algo que cuesta entender a cualquier edad, es que hay muchas maneras de ser feliz. Tantas como personas hay en este mundo. Cerrarse a la vida porque una historia no funcionó es totalmente inútil. De mártires el mundo siempre ha estado lleno, y no hay razón alguna para unirse a esa lista interminable de personas que no supieron rehacerse por su propia obcecación en un pasado que jamás se repetirá. Aquí acaban las reflexiones por hoy, esta vez en el tono optimista que corresponde. Y ánimo a los que se sientan identicados con la historia, porque sabéis tan bien como yo que el destino dará muchas más vueltas =)
Un abrazo...y gracias por leerme!
Yaerath
4 Comments:
Yo me siento identificada, sobretodo con esta parte (pero vista desde abajo, que a mi las alturas siempre me han asustado):
"Los resultados suelen ser desastrosos. Descubrimos que sin darnos cuenta, al pagar un pequeño precio por cada billete, por cada viaje, hemos pagado un enorme precio en total. Que nuestros otrora amigos, nos han visto subirnos demasiadas veces, y desde abajo, con el ceño fruncido, se dan cuenta de lo poco que contamos con ellos, y uno a uno, se van retirando, prometiéndose a sí mismos (y habitualmente cumpliendo) que las cosas jamás volverán a ser iguales con nosotros. Al hacer balance, seremos afortunados si, pacientemente al pie del carrusel donde nos hemos subido, quedan dos o tres incondicionales, esperando que recobremos el sentido y volvamos."
y sí, lo que más miedo me da es que la vida de más vueltas aún y seguir como tonta, incondicional, a que la gente vuelva a la tierra, o que al menos se baje en intervalos del carrusel, pero que finalmente cada vez bajen menos de él.... No quiero ser fatalista, pero a veces los incondicionales que no se suben en la montaña rusa, descubren que los coches de choque están justo al lado de la montaña rusa, y que pueden esperar a que sus amigos bajen de ella subiéndose un ratin en ellos.... Pero los coches de choque no tienen loopings, ni un rail fijo, puedes girar 360º y no son repetitivos, así que cada vez levantas menos la cabeza para mirar a los que siguen montados en la montaña rusa sin bajarse ni un instante...
Pero qué digo yo, si la feria solo la ponen 3 semanas al año. En algun momento acabará....
Y en algun momento podré compatibilizar coches de choque y montaña rusa, y sé que lo conseguiré (y ojalá no me equivoque...)
toma respuesta ^^
Pero la feria se va de un lado para otro, y los que quieren se van con ella, y los que no se la inventan y se crean sus propias montañas rusas.
Ya lo dicen en el dojo, una de las normas es: "has de saber que la paciencia es lo primero".
No hay un final, todo es una contínua evolución hacia...ti misma.
Unos vendrán, otros se irán, y otros te acompañarán "siempre" en el camino...pero tienes que aprender a caminar sola.
Muxu!
totaaalmeeente de acuerdo
(no pidas mas de mi a estas horas y en estas condiciones....)
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