A ellas.
De la madre como concepto universal se ha escrito mucho a lo largo de la historia, ensalzando los valores que supuestamente ésta encarna: esfuerzo, paciencia, ternura. Pero en este día tan señalado yo reclamo para ellas un papel mucho más activo de lo que la historia les ha concedido tradicionalmente. Una labor por encima de religión o ideología de cualquier tipo. Una importancia que va mucho más allá del sacrificio o abnegación que suele ir asociado en estos casos.
Hoy es un buen día para reflexionar sobre las madres y no limitarnos a comprar un regalo, poner buena cara y dejar este día pasar. Sobre todas las madres. Aquella madre hindú que, con la ayuda de un microcrédito, administra un pequeño negocio y saca adelante a su familia. Aquella otra que, en una aldea de Malí, subsiste a duras penas gracias al cultivo de su propio y mísero terreno. Por no hablar de aquella madre iraquí que se ve obligada a ver crecer a sus hijos entre escombros, entre cascotes, entre sirenas y desesperación. Todas aquellas madres que para sobrevivir, deben ser invisibles. Todas aquellas que, desmintiendo el carácter pasivo y decorativo que les conceden sus culturas, se entregan a la inmensa tarea de reconstruir sus países. Todas aquellas madres emprendedoras que, movidas por un afán de superación sorprendente en un ser humano, sortean obstáculos, escombros, bombas, prejuicios y todo aquello que pueda detenerlas en la tarea de sobrevivir. Todas aquellas que saben que sólo cuentan consigo mismas. Todas aquellas madres que jamás esperarán recibir una sola palabra de agradecimiento.
Yo reivindico la figura de todas esas madres cuya labor, lejos de afectar sólo a su propia familia, constituye algo mucho más importante. Es un símbolo de un espíritu a prueba de bombas, de alguien que se sabe sin ayuda, sin recursos, que no espera agradecimiento alguno y no obstante no ceja en el empeño de salir adelante. De alguien que, desde la invisibilidad más absoluta, pone cariño allí donde la estupidez humana dejó dolor y silencio.
Hoy es su día. Pero no es celebrándolo como las imagino. Sino de camino hacia el mercado en algún lugar remoto, atravesando un paisaje de desolación y miseria, pero que para ellas guarda algo más: la esperanza de que el mañana traerá algo mejor. Y por eso, las madres del mundo merecen salir de su silencioso anonimato, aunque sea por un día, y recibir nuestro homenaje.
Esto va por ellas.
Hoy es un buen día para reflexionar sobre las madres y no limitarnos a comprar un regalo, poner buena cara y dejar este día pasar. Sobre todas las madres. Aquella madre hindú que, con la ayuda de un microcrédito, administra un pequeño negocio y saca adelante a su familia. Aquella otra que, en una aldea de Malí, subsiste a duras penas gracias al cultivo de su propio y mísero terreno. Por no hablar de aquella madre iraquí que se ve obligada a ver crecer a sus hijos entre escombros, entre cascotes, entre sirenas y desesperación. Todas aquellas madres que para sobrevivir, deben ser invisibles. Todas aquellas que, desmintiendo el carácter pasivo y decorativo que les conceden sus culturas, se entregan a la inmensa tarea de reconstruir sus países. Todas aquellas madres emprendedoras que, movidas por un afán de superación sorprendente en un ser humano, sortean obstáculos, escombros, bombas, prejuicios y todo aquello que pueda detenerlas en la tarea de sobrevivir. Todas aquellas que saben que sólo cuentan consigo mismas. Todas aquellas madres que jamás esperarán recibir una sola palabra de agradecimiento.
Yo reivindico la figura de todas esas madres cuya labor, lejos de afectar sólo a su propia familia, constituye algo mucho más importante. Es un símbolo de un espíritu a prueba de bombas, de alguien que se sabe sin ayuda, sin recursos, que no espera agradecimiento alguno y no obstante no ceja en el empeño de salir adelante. De alguien que, desde la invisibilidad más absoluta, pone cariño allí donde la estupidez humana dejó dolor y silencio.
Hoy es su día. Pero no es celebrándolo como las imagino. Sino de camino hacia el mercado en algún lugar remoto, atravesando un paisaje de desolación y miseria, pero que para ellas guarda algo más: la esperanza de que el mañana traerá algo mejor. Y por eso, las madres del mundo merecen salir de su silencioso anonimato, aunque sea por un día, y recibir nuestro homenaje.
Esto va por ellas.