Tuesday, June 17, 2008

Nasío pa matá.

Saludos! Mi nombre es José Tomás y hoy he venido aquí a confesarme. Sí, sí, sé que suena muy poco ortodoxo pero qué queréis, que uno es respetuoso con los edictos del de por ahí arriba y cuando la fe es firme cualquier canal es válido. Así que, me dije, nada mejor que darme un garbeo, entremezclarme con la plebe y haceros partícipes de algo que me lleva royendo por dentro durante ya demasiado tiempo: Acaso no os cuesta creer, tanto como a mí me cuesta, que pueda existir una persona tan maravillosa como yo sobre la faz de la tierra? Acaso no soy el mejor invento desde los helados de chocolate o los fines de semana? Acaso, me atrevo a preguntaros, no molo cantidades industriales?

Y es que sí, comprendo y os perdono vuestra mueca de muda admiración. Es la única reacción lógica ante un fenómeno como éste. No hay más que echarme un vistazo, a mí y a mi trayectoria profesional. Porque no, a mí no me metáis en el mismo saco que cazurros como Jesulín o el Cordobés que apenas saben leer dos líneas seguidas sin necesitar un reconstituyente, patanes que torean porque les echaron a patadas de todo lo demás. No, lo mío es más vocacional que lo de las Carmelitas, yo en cuanto supe dar un par de pasos ya estaba deseando agenciarme un sable y le robaba los vestidos de lentejuelas a mamá. Yo nací para esto y por eso me desagrada, como ya he dicho en muchas ocasiones, el circo mediático tejido en torno al mundo del toreo. Que yo no quiero reconocimiento o fama alguna, yo lo de atravesarle las vísceras a un pobre animal lo hago sin buscar rédito, de manera desinteresada. Sí, mi hechizada audiencia, así de generoso y noble soy.


Porque esto del toreo para mí es un hobby de muchos, que ya me hartan ésos que dicen que torear y tener luces es incompatible. Que aquí uno está muy cultivado y más viajado que una moneda de duro. Y es que amigos míos, si a Da Vinci le diera por asomar la empolvada jeta un día cualquiera, vería un digno sucesor en mí, viva reencarnación del hombre renacentista como soy. Que después de cada faena, (y tras haberle encargado a mi señora que se ocupe de esas incómodas manchas de sangre en mi traje de lentejuelas, que salen siempre tan mal) tan pronto me sumerjo en una ópera como me veis disfrutando de las delicias del arte contemporáneo. Que si toreo con guantes no es por otra razón que lo desgastadas que están las yemas de mis dedos, de tanto pasar páginas y más páginas. Aquí me tenéis en una de mis últimas y aclamadas apariciones públicas:


No os lo había dicho? Todo refinamiento y delicadeza ahí donde me veis, con mi traje enjoyado con las galas dignas de una sultana, esa compostura gallarda y ese gesto recio y desafiante. Que otra cosa no tendremos los toreros, pero hombría...Y es que si a esta larga lista de cualidades le sumamos mi buena planta, el resultado quita el hipo. Porque uno guapo lo es un rato y no lo digo yo, me lo dicen los demás, con esa tez morena, oscura mirada y sonrisa luminosa, con ese físico de galán de telenovela de sobremesa cuya mera contemplación lleva a las abuelitas a rozar el nirvana. Jandsom, que dicen los ingleses. (Veis ahora que lo de "viajado" no era una exageración?)


Mi querida audiencia, voy a pediros que hagáis algo difícil, tanto para vosotros como para mí. Apartad vuestra vista de mí - sé que es doloroso - y fijadla en vosotros mismos. Porque yo, como cualquier otro artista, me debo en gran parte a mi público. Y en lo que a torear se refiere no hay mejor público que esta España de pandereta, necesitada como nadie de héroes, de Hombres con mayúscula de los que ya no quedan. Esta España de incoherentes capaces de declararse democráticos y europeos mientras se gastan los cuartos en ver cómo un energúmeno travestido azuza a un bicho de media tonelada y acaba ensartándolo, causándole una muerte lenta, al cabo de la cual las masas enfervorecidas chillarán exigiendo que al torero se le concedan un número de orejas proporcional a su actuación. Lo cual, desde mi punto de vista, siempre ha sido muy práctico. Porque si en lugar de las orejas del animal fuesen las mías, con el velamen que gasto el estoque no sería suficiente.


Pero sí, en ningún sitio mejor que en España para contar con que un pedante escriba la siguiente reseña en un periódico...


"Se estuvo quieto, pero sobre todo estuvo silencioso. Y ésa es clave fundamental en su toreo: un silencio poético y misterioso, un tanto hermético, más fácil de percibir que de entender, el silencio granítico y frío de Galapagar trasladado al silencio insondable del mar Mediterráneo. Un silencio que estremece, porque no rehúye el silencio que merodea la muerte. Pero lo torea."


...y que el garrulo de turno diga "Qué bien habla usted siempre!" mientras a todo el mundo parece escapársele que con tanto cultismo vacío está ignorando que el toreo está bastante lejos de ser una gesta heroica. Que nosotros, en realidad, somos esos idiotas capaces de colarnos en la jaula de un león y pincharle a ver si nos da la patita. O bueno, seríamos eso de no haber podido contar con vosotros, queridos espectadores, a la hora de defender esta barbarie con el argumento de que es "tradición", a la hora de transformarnos en héroes y de convertirnos en mártires si como era de esperar, tras un rato de tocar las narices al león - o toro, en este caso - éste nos manda derechitos al hospital con un par de costillas rotas.


Y de ahí que hoy yo esté aquí para agradeceros todo lo que habéis hecho hasta ahora. Por haber hecho posible que esta salvajada haya sobrevivido hasta hoy mismo, convirtiéndonos en el hazmerreír del resto de Europa y dando fuelle a todos esos estereotipos que nos pintan como la España de copla, de crucifijo, de arena, de sol y de sangre. Porque sin vosotros, jamás hubiera sido posible. Gracias, gracias, gracias.